
Cómo me caga que mi ventilador camine. Y no sólo camina, también tiene delirio de soñador, ya que conforme avanza, voltea hacia el cielo. Bueno, hacia el techo. Y a mi no me enoja, que camine y vaya a donde le plazca, ni que mire hacia donde se le hinchen sus aspas, ni que tenga personalidad de dibujo animado. Lo que me molesta, es que en la calurosa y bochornosa noche, en lugar de refrescarme comfortablemente, el muy desdichado se la pasa ventilando paredes o techos.
Si lo llego a amarrar o a obstruirle el paso con una caja o algún objeto, hace un ruido bien-pinche-molesto, tipo helicóptero, me cae. Es una lata, pero también ya tiene sus añitos y se ha llevado unas buenas friegas. Cuando anda de buenas se queda quietecito y si tira aire bien rico. Y pensándolo bien, que bueno que el caminante es el venti y no el refri. Esa si sería una latota. Ahorita es una lata moméntanea. Espero que terminen pronto los calores.
También tuve un stereo con personalidad digna de cine. Cada vez que nos sentabamos a comer, el avejentado aparato se prendía y tocaba Gymnópedie de Satié. Durante casi dos años repetía este placentero ritual (este si era bien placentero), que al principio incomodaba un poco a mi familia, pero con el tiempo llegó a ser tan habitual en nuestras vidas que pasaba desapercibido. Cuando nos mudamos de casa dejó de funcionar. Ahora lo conservamos con nostalgia, pues ese stereo nos "alegraba" las tardes con su triste melodía. Pronto lo mandaré a arreglar a ver si conserva su melancólica personalidad. Es más, voy a buscarlo ahora. Regreso.